
Cuando María, una profesora jubilada de 72 años, y Carlos, un estudiante de medicina de 22, decidieron compartir vivienda a través de CoNest, ninguno imaginaba cómo esta decisión transformaría sus vidas. Un año después, su historia es uno de nuestros casos de éxito más inspiradores.
El principio: incertidumbres y expectativas
María llevaba tres años viviendo sola en su amplio piso de tres habitaciones en el barrio de Salamanca, en Madrid, desde que su marido falleció. "Mi hija vive en Barcelona con su familia y, aunque hablamos por teléfono casi a diario, la casa se sentía cada vez más vacía y silenciosa", nos cuenta María mientras prepara café en su luminosa cocina.
Por su parte, Carlos, natural de Badajoz, estaba a punto de comenzar su tercer año de medicina en la Universidad Complutense. "Los precios de los alquileres en Madrid son desorbitados. Mis padres hacían un gran esfuerzo para pagarme una habitación en un piso compartido con otros cuatro estudiantes, pero era complicado estudiar allí con tanto ruido", explica Carlos.
Fue la hija de María quien le habló sobre CoNest. "Al principio estaba reticente, la idea de compartir mi casa con un desconocido me daba cierto reparo. Pero mi hija insistió en que sería bueno para mí tener compañía y un ingreso extra", recuerda María.
"Cuando vi por primera vez a María, con su sonrisa amable y su casa impecable, sentí que había encontrado un hogar de verdad en Madrid."
— Carlos, estudiante de medicina
El proceso de emparejamiento: más allá de compartir espacio
En CoNest no dejamos nada al azar. Nuestro proceso de emparejamiento analiza no solo las necesidades prácticas (ubicación, espacio, accesibilidad), sino también la compatibilidad en términos de personalidad, hábitos cotidianos, intereses y expectativas de la convivencia.
"Me llamó la atención que me preguntaran sobre mis aficiones, mis rutinas, incluso si prefería madrugar o trasnochar", comenta María. "Eso me dio confianza, porque entendí que no se trataba solo de alquilar una habitación, sino de encontrar a alguien con quien pudiera convivir cómodamente".
Carlos y María resultaron ser altamente compatibles según nuestro algoritmo: ambos son ordenados, disfrutan de la tranquilidad en casa, tienen interés por la salud y el bienestar, y valoran el respeto por los espacios personales.
La adaptación: construyendo una relación intergeneracional
Los primeros días de convivencia estuvieron marcados por la cortesía y cierta timidez por ambas partes. "Al principio nos cruzábamos en los pasillos con sonrisas educadas. Yo intentaba no molestar y casi me escondía en mi habitación para estudiar", recuerda Carlos.
El punto de inflexión llegó una noche en que Carlos regresó tarde de la biblioteca y encontró a María luchando con su nuevo móvil. "No entendía cómo configurar las videollamadas para hablar con mi nieta. Carlos se sentó conmigo y, con una paciencia infinita, no solo me enseñó a usar la aplicación, sino que me explicó otros trucos útiles", cuenta María con una sonrisa.
Ese pequeño gesto inició una dinámica de intercambio que ha definido su relación. Carlos ayuda a María con la tecnología y pequeñas tareas que requieren esfuerzo físico, mientras que ella le ofrece comidas caseras, consejos basados en su experiencia de vida y, sobre todo, un entorno tranquilo y acogedor para sus estudios.
"Carlos me ha devuelto la ilusión de tener familia en casa. Es como el nieto que vive lejos. Cuando le explico algo de mi época o le enseño a cocinar mis recetas, siento que mi experiencia sigue siendo valiosa."
— María, profesora jubilada
Beneficios mutuos: más allá de lo económico
Para María, la presencia de Carlos ha supuesto un cambio significativo en su calidad de vida. "Ya no temo a esos largos silencios que antes llenaban la casa. Saber que Carlos llegará por la tarde, poder preguntarle cómo le ha ido el día... esas pequeñas cosas han reducido enormemente mi sensación de soledad".
Además, el ingreso adicional que recibe le permite disfrutar de pequeños lujos que antes se negaba: "Ahora puedo permitirme ir a la peluquería cada mes, comprar libros sin remordimiento y hasta estoy ahorrando para un viaje a Italia que siempre soñé hacer".
Carlos, por su parte, ha encontrado mucho más que un lugar tranquilo para estudiar. "Las condiciones son incomparables: una habitación amplia, un piso silencioso, una zona bien comunicada... pero lo mejor es la tranquilidad emocional. Saber que vuelvo a un hogar de verdad, no simplemente a un piso compartido con desconocidos que van y vienen".
El aspecto económico también ha sido crucial para Carlos. "Pago aproximadamente un 40% menos de lo que pagaba antes, y en condiciones infinitamente mejores. Eso ha permitido a mis padres respirar un poco económicamente y a mí centrarme más en mis estudios sin la presión constante".
Superando desafíos: la comunicación como clave
No todo ha sido un camino de rosas. Como en cualquier convivencia, han surgido pequeños desafíos. "Al principio me resultaba difícil invitar a compañeros a estudiar, porque no quería incomodar a María", explica Carlos.
La solución llegó a través de una conversación franca. "Establecimos algunas reglas básicas: Carlos puede invitar a amigos para estudiar en el salón con previo aviso, y yo me aseguro de respetar su privacidad. La comunicación honesta ha sido fundamental", asegura María.
Desde CoNest, facilitamos estas conversaciones a través de nuestra guía de convivencia y el seguimiento regular que realizamos. "Nos contactan periódicamente para ver cómo va todo, y eso ayuda a abordar cualquier problema antes de que se convierta en algo mayor", afirma Carlos.
Un año después: un balance transformador
Tras un año de convivencia, tanto María como Carlos han renovado su acuerdo a través de CoNest. "No me imagino ahora viviendo de otra manera", confiesa María. "La casa vuelve a estar llena de vida, tengo seguridad económica y he ganado no solo un compañero de piso, sino alguien que se ha convertido en parte de mi familia".
Carlos, que obtuvo excelentes calificaciones este curso, atribuye parte de su éxito académico a su situación habitacional. "Tener un entorno estable, tranquilo y positivo ha sido fundamental. Además, María es una gran motivadora. Cuando tengo exámenes, me prepara mi comida favorita y me da ánimos. Es como tener una abuela en Madrid".
En palabras de ambos, la experiencia ha sido transformadora no solo en términos prácticos, sino también a nivel personal. "He aprendido a valorar la sabiduría que viene con la edad. María me ha enseñado a ver la vida con otra perspectiva", reflexiona Carlos.
Por su parte, María concluye: "Carlos me ha demostrado que nunca es tarde para adaptarse a nuevas situaciones. A mi edad, he aprendido a usar aplicaciones, a escuchar música actual, y sobre todo, he comprobado que las diferentes generaciones tenemos mucho que ofrecernos mutuamente".
¿Te inspira esta historia?
La historia de María y Carlos es solo una de las muchas experiencias de éxito que hemos facilitado en CoNest. Si eres una persona mayor con espacio disponible en tu hogar, o un estudiante en busca de un alojamiento más que un simple techo, te invitamos a formar parte de nuestra comunidad.
Porque compartir hogar es mucho más que compartir espacio: es crear conexiones humanas significativas que enriquecen la vida de todas las partes implicadas.